sábado, 25 de abril de 2009

suicide day

Sigue andando, no te detengas.
Sigue adelante, si así lo deseas.

¿Escuchas la canción,
que anuncia el fin de tu condena?

Sigue andando, no te detengas.
Sigue subiendo esa interminable escalera.

Cuando llegues arriba, será todo más fácil.

Paso a paso la vida,
que tanto y tanto,
te ha echo sufrir,
te hace mas difícil seguir.

Pero ya no hay vuelta atrás.

Sigue andando, no te detengas.

¿Ves la barandilla?
Salta, salta y no tengas miedo,
que pronto, muy pronto,
acabara tu sufrimiento.

El mundo se para por ti,
solo para y por ti.

Ves la vida pasando,
la ves seguir sin ti.

Los segundos parecen eternos,
y un último alarido, nublo tu sufrimiento.

La piel perfecta, blanca cual marfil,
manchada del pecado, que cometiste al fin.

Mi niña muerta.
La chica triste.
Muñeca rota.
Que nunca aprendió a vivir...


viernes, 24 de abril de 2009

te deseo
¿me buscas?
te beso
me besas


acaricio lentamente
tus piernas abiertas

sigo las lineas de tu cuerpo
con cuidado,
para no perderlas.


te oigo sin escucharte,
te veo sin mirarte.

siento arquearse
tu espalda entre mis brazos

oigo los gemidos
saliendo de tus labios

siento...
la cama acogernos
con su suave bienvenida


la oscuridad protegiendo
a la humanidad de nuestros pecados

mas... ¿y que mas da si nos ven?
¿que importa si nos oyen?

te ago gritar fuerte
para que todos te oigan

envidia tendria que darles
a todos
de verte entre mis brazos.


BY: diane drache

tanto tiempo esperando
cuanto tiempo...
tanto tiempo...

tanto tiempo deseando
preparando
arreglando
hasta el mas minimo detalle

demasiado tiempo ilusionada
emocionada
con la posibilidad de volver a verte

y ahora que?

estoy sentada
frente a una muda pantalla
anhelando tus besos
tus caricias
notar como se sonroja mi cara

sentada, sin poder hacer nada
magullada
ensangrentada

rota y fragil como nada

rota por todas partes
desgarrada solo por fuera
al final no es
tan divertido ser
aquella muñeca rota
que tanto anhelaba poseer.

¿por qué justo a mí... me tocó ser yo?



Miro hacia el cielo,
en busca de una respuesta.

Y solo hallo desconsuelo, oscuridad, y tristeza.

¿Por qué entonces me tocó a mí?
Yo nunca elegí vivir.
No elegí estar aquí.
Y mucho menos tener Lo que ahora no tengo

Ni siquiera a aquellos malos padres Conservo.

¿Por qué entonces nací?
Nunca dije que quisiera.
Nadie me preguntó, nadie se preocupó.

Y yo estoy aquí sentada en un banco.
En medio de la calle,
mirando la noche estrellada, la luna clara.

Parece que me sonríe.
¿O acaso se ríe de mí?

Pienso, y vuelvo a pensar, el por qué estoy aquí

Entonces el viento me susurró sus secretos
y la luna me colmó de besos

En mi cara empapada de lágrimas frías
asomó una sonrisa.

Y entonces ocurrió mi muerte,
mientras las luciérnagas adormilaban mis últimos latidos.
Y la jeringuilla se me caía de las manos.

No me acuerdo si antes había sido así de feliz,
Creo que, en realidad, nunca fui feliz.

BY: diane drache

jueves, 23 de abril de 2009

mi querido subconsciente

Relucía el sol de mediodía, un domingo de verano, me encontraba con la vista perdida en el horizonte; donde terminaba la tierra humana y empezaba la de los sueños.
A través de mi ventana dejaba revolotear mis cabellos al viento como si de flores silvestres u hojas de otoño se trataran. Últimamente se acercaba mucho el viento a los callejones de mi pueblo, se podía oler en el; aires de cambio, de cosas nuevas.

Me preparé y sin más salté al vacío desde el marco de la ventana en la que me encontraba sentada, amortiguando la caída con una gran almohada que llevaba de polizón en la mochila. Segundos después ya corría colina abajo adentrándome en los sombríos y fríos bosques que amenazaban los confines de mi seguro pueblo.

Cuando quise mirar atrás ya solo vi malezas y verdes entrelazados. Por los que de vez en cuando se dejaba ver un rallo de sol escurridizo o una gota de rocío que se había quedado congelada ahí, seguramente desde estaciones pasadas. ¿Y yo? Yo seguía corriendo. Oliendo cada aroma que emanaban de los sauces y de las rocas colindantes. Tropezándome quizás de vez en cuando con las raíces de algún árbol centenario o algunas piedras dispuestas en el sitio preciso para entorpecer mi camino.


En algún momento de mi carrera, contra la vida y el tiempo alcé la vista, había llegado a mi destino. Las aguas cristalinas de mi poza secreta, con la que soñaba todas las noches y a la que acudía cada día, parecían un baño de plata al reflejo del sol que se filtraba desde las copas de los pinos inclinados. Su melodía me llamaba como cada día con ese baile de luces y el balbuceo de sus pequeñas cascadas.
No lo pensé dos veces. Desnudé mi cuerpo sin vergüenza ni timidez, a sabiendas de que nadie rondaba por esos paramos alejados de la sociedad, y dejé mis prendas en una de las pocas rocas secas cercanas a la charca. Dudé un momento quieta, observando mi reflejo un momento, sabía a donde iba, y que era lo que hacía, y me sumergí de un salto grácil y rápido, alzando el cuello, como si de un cisne me tratara.

Aguanté la respiración y buceé por los estrechos túneles que el agua había erosionado en la montaña, llegando al fin a mi destino y apoyándome en la roca para recuperar el aliento.
Observé un segundo la pequeña cueva que ya me sabia de memoria, intentando acaparar cada detalle alrededor del fino espejo en el cual me encontraba sumergida.
Brillaban cientos y cientos de cristales y gemas preciosas, que al contacto con los escasos rallos de sol que se escapaban por las grietas que los años habían creado en sus gruesas paredes de piedra, hacían del recinto un santuario de luz y de color que dejaría con la boca abierta hasta al mas serio de los grises abogados.

Mientras paseaba mi mirada por el escondite de paredes rocosas te encontré a ti. Que me observabas intentando desaparecer entre las sombras. Tú mi fiel subconsciente, mi remordimiento constante. Tú, por el que velo día y noche… y en quien no puedo dejar de pensar ni un instante. Tú mi alma querida, a la que dejaba ahí cada noche y a la que volvía a recoger cada día.
Aunque nunca me lo dijiste yo se que cada vez estabas mas perdida. Un día desapareciste, sin decirme adiós si quiera, y rompiéndome en pedazos. Pero yo sigo yendo a la cueva sin dejar de pensar en volver a vete, con la esperanza de que vuelvas… con la esperanza de que mi alma aún siga viva.

Cuando alcé la vista el sol se estaba apagando ya en el horizonte, y el viento tímido y suave de medio día se había convertido en una fría ventisca. Suspiré profundamente, intentando captar los olores del exterior, cerré la ventana y bajé a cenar.